Cuando noche y llanura inunden tus ojos
es su inmensidad que te acaricia el rostro,
no lo continúes buscando por los rastrojos
suelta tu amor e imaginación como potro.
De nuevo mire sus ojos, ese brillo cómplice
acompañado del delator palpitar de su pecho,
que sin querer queriendo, la otra noche hice
reclamar con gemidos, que adornaron el lecho.
Me engañaste exclamó, señalando culpable
y yo ?, que para poder tenerte en mis brazos
con mi osadía, a la vida tuve que adulterarle
los sentimientos que se convierten en lazos.
Como a escondidas en una noche oscura
busque en su cuerpo, lo que el amor negó,
acariciando con toda la pasión y locura
una, otra vez, ... hasta que el amanecer llegó.
Callé con mis besos aquel señalamiento
creo, que eso fue lo que me enmendó,
no era mentira, ese era mi sentimiento,
así fue, como la culpa el amor engendró,
no se que tiempo transcurrió, llegó la separación,
de lo bueno poco, me repetí en la intimidad,
no fue una reflexión, fue una resignación.
Una jugada del destino me guió a la libertad.
Se desgarraría el alma, las lagrimas vinieron
arrepentimiento, cobardía, el tiempo juzgará
aquellos amores que sin adiós se despidieron,
aun en el recuerdo con el sentimiento jugará.
Cada vez que la soledad me embargue
quejarme no puedo, ¿ que me diré ahora ?
¿ morir en silencio ?, ¿ dejar que el alma se calle ?
porque ella ya buscó, con afán, su otra aurora.
Amor, que la noche y la llanura una vez llenaron,
el corazón ahora sufre una especie de deslave.
La inmensidad y el silencio, que su voz callaron
el tiempo pasó y ahora no habrá quien me salve.
Como la inmensidad, así se convirtió mi soledad,
urgí al amor con prontitud, pero continuó negado,
es triste esta realidad y me embarga la ansiedad
y no termina de llegar, ni aunque sea por un legado.
lechería, oct. 2009
h. padilla carrasco
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