Abrí mi ventana para dejar entrar el rocío
que calma la sed del alma inquieta,
y el fresco soplo del amanecer despertó
como esperanza, que entrelazada
con los sueños, comulgan como hálito
del ser y testimonio de la propia existencia.
Se desliza la mirada desde el balcón
de los pensamientos, en la búsqueda
de aquella gota que como diadema preciosa
envuelve la preciada ilusión de encontrar
su otra gota ... y su otra gota ... para formar
ese caudal que avasalla y domina hasta
oprimir el sentimiento, sometiéndolo a su antojo.
Solo el tiempo los vio pasar con la prisa
que angustia, que arrasa los retoños
de lo alucinante, sembrando la inclemente soledad,
lo abstracto de la realidad de lo imposible, que
embarga la percepción de los sentidos.
Allí están, allí se quedan en el cementerio
de los sueños incumplidos, pero, con el verdor
de volver a abrirle el alma a la oportunidad
de hacerla sentir junto a la carnal compañía,
la razón que prevalece por encima de la cordura.
H. Padilla Carrasco
Lechería, 17/9/13