“Soy el camino la verdad y la vida”
Es
una verdad del tamaño de un templo, como es la dimensión del amor que siente
por nosotros para brindarnos la vida eterna.
Si
solo hubiésemos tenido la dicha de estar entre las partículas del polvo que le
acompañaron durante su trayectoria de vida como ser humano, imagínense por un
momento cuanto hubiésemos aprendido del maestro de maestros.
Cuando
vino al mundo, no fue en quirófanos esterilizados, ni tuvo neonatólogos
esperándolo para sus cuidados primarios, no hubo médicos, ni enfermeras, ni se
prendió ninguna luz indicando el sexo, ni incubadora, ni reparto de cigarros,
ni brindis con champaña, sin embargo, recibió regalos de reyes como para otro
rey, oro, mirra e incienso.
Solo
lo acompañaron los que ya todos conocemos, pero el sitio no era el mas
apropiado, puesto que fue en un refugio de animales, donde habría paja,
estiércol y tierra polvorienta, sin embargo el convirtió el lugar en algo tan
especial que con solo haber venido a
este mundo, ese lugar es hoy guardado y venerado.
Hasta
las partículas del polvo que habitaban en ese refugio, esa polvareda existente
debió ser impactado por su santa y divina presencia, era nada menos que el hijo
de Dios concebido por su Espíritu Santo, todo a su alrededor debió haberse
santificado.
Así
se convirtió esa tierra polvorienta, común y corriente en algo sagrado al
entrar en contacto con el ser predestinado.
Los
caminos, no eran asfaltados, ni existían autopistas, ni vehículos con aire
acondicionado, solo trochas polvorientas por donde transitaban vehículos de
tracción de sangre mulas, caballos, asnos, camellos, máximo carretas tiradas de
bueyes u otro tipo de animal.
Cuando
nació fue trasladado a otro lugar, en burro por lo que estuvo que ser envuelto
por el polvo del camino, por mas que lo protegiera su virgen madre entre telas
que también la ayudaban a cubrirlo del inclemente sol del día y del inmenso
frio de la noche.
Eso
debió ser una nube de polvo que danzaba a su alrededor compuesta por partículas
que armonizaban su danza con una canción de cuna.
Estaban
alegres y dichosas porque ellas también adoraban al hijo del creador, y que las
escrituras las habían seleccionado para ponerlas en su camino.
Y
que con humildad y obviamente sin egoísmo, se iban turnando la compañía durante
todo su trayecto.
Siempre
fueron tan importantes que el propio creador las tomo en sus manos para modelar
a quienes serian los huéspedes del Edén.
Además,
estuvieron presente en todas sus actividades, fueron testigos principales y
presenciales durante toda su santa vida, aleluya quien fuese aunque sea una de
esas partículas que formaban el polvo sagrado, tan solo por estar cerca de Él.
En
muchas ocasiones también las respiró entrando en el cuerpo, de quien nunca
enfermo y de quien nunca pecó.
Sus
pies, sitio donde quisiéramos estar todos, adorándole, allí siempre estuvo
primero ese polvo sagrado del camino, del andar de la predica, haciendo la ruta
del hijo de Dios ….