Pensamiento y sentimiento viajaban
hasta rozar su cuerpo, convirtiéndose
en tiernas e inexpertas caricias,
que en la soledad de mi intimidad
siempre conformaban un embobado deleite,
pero, la timidez era el enemigo que impedía
compartir esos hermosos sentimientos.
Inspiraban su dulce ser y la belleza de su rostro,
nunca visto, por este pueblerino,
las pecas en su nariz y sus pómulos, semejando
estrellas fulgurantes sobre su tez blanca
de tenue bronceado, como un universo
que contribuía a resaltar su hermosura,
sus labios firmes y definidos contorneaban
la boca de donde emergían sonidos con sabor a miel
que impresionaban e hipnotizaban.
Su menudo cuerpo, con gracia y elegancia ondulante,
verla caminar, era una invitación permanente
a ocupar el espacio vacío que estaba a su lado.
Esta vez, estaba frente a ella, solos,
su sonrisa era la respuesta, de quien sabe lo que piensas,
aceleraban aun mas, los latidos saltarines de mi corazón
que produjeron una danza alocada en mi pecho,
temeroso que me delate su golpetear,
la angustia se apodera de mi,
produciendo un sudor frio interno y externo,
un nudo en la garganta y una excitada mente,
no dejan articular las mágicas e infalibles palabras
que argumentarían la solicitud de aceptación,
de ser mi novia, me gustaba como mujer,
no solo como amiga, estaba enamorado,
su figura llena todo mi espacio y tiempo,
cuando no estoy con ella.
Casi sin darnos cuenta, fuimos a sentarnos
en el escenario del teatro, todos ausentes,
fueron confidencialmente cómplices,
para dejarles a los actores su función
frente a la multitud de intensos sentimientos
que llenan a las almas jóvenes que son
tocadas por el sortilegio del primer amor.
h. padilla carrasco
Lecheria, agosto 2012
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