Cuando la noche suspiró hasta las estrellas
dejaron de brillar, y la densa oscuridad
presagió que en su pecho se desataría
una tormenta de sentimientos, que estrujaría
la pasión que pugnaba por complicar su existencia.
Aquella dulzura no le pertenecía, y tanto
que la había anhelado, tanto que la había soñado
para que ahora, así de repente, como la ola
que se encrespa y se desliza desafiante sobre las otras,
y piensas que nunca llegará hasta la anhelante playa.
Te esperé toda la vida y ahora que llegaste, no eres mía,
pero no importa, donde albergas tus sentimientos, tu alma,
será mía, porque allí es donde nunca mueren, y allí seré
tu dueño y allí serás mía, como el silencio en que tengo que amarte,
y tu, en el que se debate como tu mas intimo secreto, creer
que llegaste conocer el amor de esa manera, y ahora,
cuando te das cuenta que tienes alma solo para amarme,
¡ tampoco yo soy tuyo !, pero, sabes que en el alma
te pertenezco, a esta unión solo llegan los corazones puros.
Tu etérea mirada y tu cálida voz son hebras de un pincel
que dibujan en el aire tu silueta ondulada, tus ojos para
que delaten tu ingenuidad avasallante y tu boca para
la sonrisa tierna que hace adivinar que en ese camino
se encontraras a las estrellas que han vuelto a brillar
intensamente, para alumbrar el bello y sagrado amor
que habíamos soñado.
lechería, junio 2009
h. padilla carrasco
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