EL PUEBLO QUE SE FUE
….
“…. y mi corazón siempre tendrá sabor a pueblo, sabor
a ti …. Aragua linda y querida.”
I
Era un pueblo muy pequeño, apenas 7 calles principales
y 8 o 9 transversales, lo cuadriculaban casi como un tablero de ajedrez, pero
eso sí, sus calles fueron una de sus jactancias, con aceras muy altas, como si
hubiesen sido diseñadas para que su gente desfilara siempre en pasarelas; las esquinas, en su mayoría, fueron ubicadas
los comercios, bodegas, unas muy surtidas y otras no tanto, pero se destacaban
por la calidad y precio de determinado producto, lo que la hacían más
competitivas.
Y así fue, como se identificaron y se hicieron famosas
para adquirir el nombre del propietario. “muchacho
fuiste a la esquina de Carupe” o “no
has ido a la bodega de Doña Mercedes” eran las exclamaciones comunes, en
respuesta al resultado infructuoso de un mandado. (Diligencia en la búsqueda de
un determinado producto, tarea llevada a cabo, normalmente, por los menores de
la casa).
Cuando, una vez, entró un niño corriendo a la bodega
de Doña Mercedes Sifontes, persona conocida
por su forma de ser, directa, sin pelitos en la lengua…. “ña´ Mercedes tiene cuca e´ comé”?, ella le contestó al vuelo y muy
molesta, … “mira muchacho el caraj … y
quien te dijo a ti, que aquí se vende, algún otro tipo de cuca”.
Famoso el pueblo, por sus cucas (catalinas), siendo las
más sabrosas las negras grandes y ahora las preferidas son las negras pequeñas,
sin embargo, de vez en cuando, se conseguían amarillas (se solicitaban “…. dame una cuca de las catiras”), igual de
exquisitas, aunque ahora es raro conseguirlas, hay que buscarlas con mucho
interés y paciencia, el placer está garantizado.
Sus hitos y fronteras fueron demarcados popularmente
con sitios que con el tiempo formaron su personalidad, destacando la
característica que más le gustó a la gente y así la costumbre se encargó de
afianzarlo tanto, que el pueblo se los llevaría consigo mismo, en su propia
alma.
La plaza del Carmen, Plaza (Parque) la Libertad, El
Tanque de Agua, El Arroyo, la Salida de Santana, la Salida de Zaraza, la Plaza
Bolívar, Mandilito, El Cementerio, Caraquita, La Salida (la principal hacia la
capital del estado) y El Calvario.
Su famoso Tanque de Agua, además de demarcador de zona,
era un hito muy significativo para la costumbres de la gente que vivía a su
alrededor, era tan alto que junto a las torres de iglesia, que se distinguían
desde lo lejos permitían su ubicación de inmediato, además, su constructor
pensó seriamente en utilizar al máximo la gravedad, era tan alto que te parabas
junto a él y veías para arriba y te mareabas, y tan viejo que nadie supo cuando
fue construido, de puro concreto , en la parte más alta lucia una cola de pato,
anexa a la caja de almacenamiento de agua.
Se conocieron, solo 2 o 3 hombres que subían por su
escalera de mohosos peldaños, infinitos en cantidad y en tiempo, poniendo a
prueba el valor de quienes se atrevieron a conocer sus secretos guardados en lo
más alto de sus estructura, igual a su gente, vivían en el barrio a su
alrededor, quienes contestaban con orgullo y como presagiando que todos sabían lo
que significaba ser de ese lugar, “ … yo vivo
en el tanque de agua”.
Si alguna vez funcionó, el tiempo se encargó de
hacerlo olvidar, al respecto, nadie recordaba nada.
El pueblo eran sus casas o sus casas eran el pueblo,
espaciosas, altas y frescas, con grandes techos de tejas, que no podían ocultar
su antigüedad, pero le daban un aspecto hermosamente señorial, como testigos
silentes que sin quejarse de aguantar las inclemencias del clima y la
indiferencia de la cotidianidad, allí permanecían como soldados firmes,
mientras se escribía la historia de su pueblo, como si supieran de antemano que
luego le admirarían la majestuosidad de su más puro rasgo colonial, sus grandes
ventanas, que por dentro tenían su respectivo quicio para sentarse y por fuera daban
el justo equilibrio a las puertas de entrada a la casa, convirtiéndolas en
baúles que hospedarían tantos recuerdos de épocas remotas, leyendas, cuentos de
las guerras pasadas.
“… que tal prócer comió y durmió, que en el
patio durmió la tropa y que se le preparó comida para todos ellos, que las
balas rozaban las cabezas y tuvieron que
esconderse debajo de un cajón de madera, que si La Independencia, que si La
Restauradora, que si La Amarilla, todas esa guerras tuvieron sus escaramuzas en
este pueblo … “, fueron siempre las apasionantes historietas, preferidas
para contarlas los abuelos y para irlas los menores.
Era muy habitual, …. “fulatino
vió en el patio, una luz que se movía y
luego se paró debajo de la mata de mamón, fue hasta el sitio y excavó arribita,
y saben se encontró unas cuantas morocotas sueltas, …. que sortario se volvió
rico”, otro comentario, quizás el más frecuente, “Don tal vió una luz, la siguió hasta el sitio donde se detuvo y excavó
bien profundo, pero, no encontró nada … ahhh es que los riales no eran pa´él”.
Los que se volvían ricos de repente, su riqueza era atribuida a, … “eso fue que se sacó un entierro”.
Las explicaciones de encontrar tantas morocotas,
monedas de oro, generalmente de origen español, de gran valor en el mercado, estas
iban desde las dotaciones para el
financiamiento de las guerras, que ante el triunfo del enemigo, se enterraban
para que no las tomaran y las utilizaran
para alimentar la tropa o para comprar armamento.
Otra explicación, los ricos de la época de la colonia,
como no confiaban en las incipientes actividades bancarias, no dudaban en
mantener su fortuna en un lugar bien secreto, como se esconden los tesoros de
los cuentos, y que mejor que enterrarlas, eso les daba más seguridad, pero como
nadie sabía donde, al morirse el dueño quedaban enterradas en algún lugar. Así
que todavía pueden quedar algunas, el problema es donde?.
los nuevos tiempos, se encargaron de también enterrar
las leyendas, al parecer para siempre, unos se lo atribuyen a la electricidad, tanto
que ya nadie les hace referencia, pero ni en sueños, lo cual era otra de las
formas que existieron para indicarle al afortunado donde estaba enterrado el
tesoro.
Las leyendas sobre la llorona, el jinete sin cabeza,
el aparecido, los cuentos de las luces que aparecían y se movían, las películas
de terror y aquellas calles solas, alumbradas con una luz mortecina, que más
ayudaban a adivinar que a alumbrar,
completaban aquella presión, que permanecía latente sobre todo en los
muchachos, y sobre todo a aquellos que se atrevían a desobedecer la hora de ir
a dormir y salían a caminar por esas calles.
Al que le tocara quedarse conversando con los amigos o
con las novias y se le pasaba la hora, ya a las 10 pm no había nadie en esas
calles, íngrimas y solas, lo único que
te acompañaba era el sonido de tus propios pasos y las sombras que proyectaban
los grandes tamarindos, los postes, las esquinas, allí era cuando esa presión
aparecía y a cada segundo se hacía más y más fuerte, a tal punto, que te hacia
apurar los pasos, cada vez más, hasta llegar a correr desesperadamente por
llegar a tu casa, menos mal que en esa época las puertas permanecían
entreabiertas, facilitando la rápida entrada a casa, para huir de ese algo o
alguien que te iba a salir para llevarte, corolario de todos los cuentos. Pero,
como? Si todo fue sembrado dentro de ti, por aquellas personas que juraban la
veracidad de las historias, “…. Por este
puñado de cruces, que a mi salió una vez”, te lo afirmaban contundentemente,
mientras se arrodillaban entrecruzando las 2 manos.
Para colmo, sucedió una vez, que fuimos a ver una
película de terror, terminó aproximadamente a las 10 pm, pero nos quedamos, en
la plaza Bolívar, comentando lo espeluznante que había sido lo que acabábamos
de ver, y por supuesto, se incorporaron las propias historias del pueblo, las
cuales, nos incrementaron el miedo, cuando de repente, nos sorprenden las
campanadas del reloj de la iglesia, tan…
tan …. tan …. tan …., eran las 12 de la
noche, en punto, cuando me doy cuenta que del grupo, ninguno iba para los lados
de mi casa, este descubriendo, fue aprovechado por los “valientes” para echarle
más leña al fuego, salí disparado, la luz estaba muy escasa por el bajo
voltaje, desde la primera cuadra comenzaba esa inoportuna oscuridad, desde el
mismo principio los pasos se acompasaron con los latidos de mi corazón, cuando
empecé a ver a lo lejos sombras que se movían, “aaaayyyyy mamaíta querida”, era lo único que atinaba a decir para
mis adentros, porque mis afueros estaba llenándose con gotas de un sudor frio, en
todo el cuerpo, antes de llegar a nivel de las sombras, me cambie para la otra
acera, cuando pasaba exactamente al lado, claro sin mirar para allá, comenzó en
ese momento, a mis espaldas, un sonido de pasos como de cholas que se
arrastraban, primero un poco lejos, pero, empecé cada vez a oírlas mas y mas
cerca, a medida que aumentaba la velocidad de los pasos, las pisadas también la aumentaban, ya las tenía
casi pegadas a mí, ya estaba doblando la ultima esquina, antes de llegar a la
casa, a estas alturas mis pasos se habían convertido en carrera y los últimos
50 metros, me hubiese gustado que cronometraran el tiempo, debió estar muy
cerca del record mundial, la casa para remate, tiene 2 puertas, la del jardín,
atraviesas el jardín y el porche para llegar a la puerta principal, allí creo
que el tiempo dejó de existir ante mi agonía, como pude llegué hasta la última
puerta y la empujé con tanta fuerza que la pegue contra la pared y me encontré
el medio de la sala, jadeando, …. Cuando
ante mis ojos se incorporó aquella figura envuelta de pie a cabeza, en una
sábana blanca, el grito, salió acompañado de otro mayor, lo que prolongo el
momento hasta el infinito…. era mi abuela, que esa noche, había decidido probar
el sofácama que acababan de comprar, podrán imaginarse el tamaño del susto,
después vino el reclamo que la ayudó a serenarse y el infaltable regaño, … “muchacho el´ caraj… me vas a matar de un susto” …. y
yo?, que me la encontré de frente, me quede mudo, no por respeto, sino porque
no podía articular palabra ante la mayor impresión de mi vida, no hay derecho
vale, queda uno padeciendo del corazón desde pequeño …. Bueno, al final, no nos
quedó más remedio, que abrazarnos, y pedirle la bendición, antes de acostarme,
a ver si podía conciliar el sueño, “…. DIOS
lo bendiga y ten más cuidado, estoy cansada de decirte que no llegues tan
tarde”, sentenció con una respuesta mezclada de bendiciones y reclamos.
Ellas, las casas viejas, en su mayoría gozaban de 2
patios, uno en la entrada al final del zaguán de la entrada destinado para
plantas ornamentales y el patio trasero enorme, donde encontrabas arboles
grandes y centenarios, mamón, tamarindo, anón, guanábana, mango, cotoperí,
uvero, que cuando tenía una buena carga, el fruto en gajos blanquísimos, daba
la impresión de que había nevado, limón francés y criollo, naranja, toronja y
la lamentablemente extinguida ciruela joba, era como la roja que conocemos hoy
en día, pero amarilla al madurarse y su árbol era más frondoso, amén de su exquisito
sabor, y la hermosísima mata de tapara, la propia vedette entre las matas,
debió ser nuestro vernáculo árbol navideño, y que el facilismo, la moda y
además, la costumbre no lo quisieron, quizás por aquí hubiésemos comenzado la verdadera revolución de lo nuestro.
II
Hubo una casa que se distinguió de las demás, no solo por su aspecto grande, regio, majestuoso, sino porque era unos de los sitios donde el futuro estaba presente, donde acudían hombres y mujeres de todas partes del oriente y sur del país, hasta de la capital del estado y de la república, por donde pasaron famosas personalidades en búsqueda del afamado saber que allí se impartía, donde se albergaron las esperanzas y los sueños de juventud, donde la importancia y arrogancia daban paso a la humilde, pero significativa actividad de la enseñanza y el aprendizaje, donde el compañerismo fue un aspecto fundamental en la construcción del valor de la amistad, fue la casa donde la rebeldía juvenil reclamaba justicia a lo que creían eran sus derechos, donde hasta las huelgas tenían algún sentido pedagógico, inclusive ella misma, con el tiempo, tuvo que declarase en huelga, para resistir que su savia la abandonara, que al quedarse sola y sin razón de existir, la borrara el olvido, esto llego a convertirla en una verdadera heroína, constituyendo el símbolo más representativo de “el pueblo que se fue …”. La casa donde funcionó el egregio Liceo Narciso Fragachan.
Fue un pueblo, además de muy famoso por la belleza de
sus mujeres, por lo sabroso de sus mamones, mejores que los del Chaparro, para
evitar suspicacias, debo aclarar que ese nombre se refiere a la capital del
vecino municipio Macgregor.
Las exclamaciones correspondientes eran, … “los mamones de la casa de tal o cual son un
melao y sueltan la comida (pulpa) al metértelo en la boca”, … “Esa fruta tiene el nombre mal puesto,
debiera llamarse mamable, porque el mamón es uno”. …“los tamarindos de fulanito
son acidisimos pero, los del señor tal son dulcitos” (cosa rara) pero,
cierta.
Las cercas divisorias de los patios, en las casa de
las barriadas populares, eran de alambre y le servían de apoyo a la enredadera
de cundiamores, dulces y rojos cuando alcanzaban su madurez, una vez que la
cerca estaba tupida, era un espectáculo bellísimo, ver como esa enredadera le daba
tanto colorido a las casas más pequeñas del pueblo.
Cada una, poseía su privado y autóctono zoológico,
pájaros, venados, monos, gallinas, gallos de pelea, patos, gatos, perros,
guineos, acures, conejos, morrocoyes, cachicamos, loros, guacamayas, ardillas, y
de vez en cuando, amarrados a cualquier árbol, los soñolientos burros y los
cansados caballos, y en un chiquero los cochinos, cuyo engorde terminaba en la
época navideña, convertidos en hallacas y perniles.
La belleza de su prestancia, se debía a sus
características coloniales, a la sinceridad y orgullo con que el pueblo exhibía
su pasado, y a la lenta aceptación del presente, sus rasgos se delineaban entre
lo rural y lo urbano, a tal punto que podíamos ver transitar por sus
esplendidas calles, a los parsimoniosos burros con su carga, producto de las
labores campesinas, llevadas a cabo en las orillas del pueblo, lo que definiría
un Economista actual, esa infraestructura presenta una capacidad ociosa o capacidad
subutilizada.
También, los
elegantes jinetes de a caballo, que venían de cumplir los menesteres propios
del mantenimiento del ganado, se orillaban para dar paso a los vehículos y
bicicletas que se desplazaban raudas por las calles de un liso pavimento que
facilitaban su desplazamiento, y a la vez, servían para aumentar el sonido
característicos de los cascos de los briosos corceles, como si estuvieran
tocándole la puerta a las calles y estas contestaban, con el eco que formaba el
agradable y rítmico sonido, como una canción que cantada desde alma, por el
hombre que compartía su naturaleza junto a la labor del campo, hasta comprender
que no podía vivir sin ella, y que era parte de ella misma.
No es parte de un poema, sino de una realidad
extinguida, pero, que formó por mucho tiempo, parte de las costumbres de los
niños y los no tan niños, que esperando con anhelada inocencia, en su imaginación,
las cosas bellas que nos brinda la naturaleza, se convirtieran en pensamientos
que volaban detrás de las incontables nubes de gaviotas viajeras, y se
parecían, tanto a ellas, en que nadie sabía de dónde venían, ni hasta donde
llegarían, solo sabíamos que estaban allí presentes, conformando la realidad de
cada quien.
Parecía que ellas, también querían admirar los
majestuosos techos de tejas y los copos de los frondosos árboles, habían
seleccionado esa ruta y la mantuvieron por años, fueron conocidas en la jerga
juvenil como “tijeretas”, por la
característica cola en forma de largas tijeras.
Sustituyendo durante horas, con su abundante
presencia, a las cargadas nubes, dándole a las tardes un tono gris opaco,
presagio de que la época de lluvia sería abundante, era como que si con su cola
de tijera, cortaran el cielo en pedazos, conformando las bellas nubes, y estas
pudieran soltaran sus lágrimas, de bendiciones para unos, y de lamentaciones
para otros, eran el swiche que disparaba al unísono las voces de los muchachos,
“…. aquella es hembra …. ¿como tú sabes? .… porque no tiene cola
….., están tan altas que no le llegamos
con la gomera …” (conocida también
como china).
III
La rancia aristocracia colonial había dejado su huella social, el pueblo estuvo dotado de 2 cementerios y 2 clubes, uno para la gente de modestos recursos y otro para los pudientes, así llamaban en la época a los ricos; en su venerable y distinguida iglesia, los bancos de primera fila estaban marcados con los nombres de las familias.
No así, en los cines, que también eran 2, no se
apreciaba tanto esa diferencia social, porque dependía de la calidad de la película
que les tocaba exhibir, no había más remedio, todos reunidos contemplábamos, lo
último de Hollywood, bien atrasado por cierto.
Uno de ellos,
llevaba el nombre del pueblo, era mitad cubierto y mitad al aire libre, donde
estaba la pantalla, tenias que comprar tu entrada con tiempo, en una ventana de
la casa, acondicionada para taquilla, al lado debías seleccionar una silla de
cuero entre un montón depositadas en un cuarto, seleccionando la que se
resistía al inclemente uso de los jóvenes, delatándose por el chirrío que
producían al sentarte, esto si querías sentarte en la parte descubierta, la
usábamos con la parte del respaldar para delante como descansa brazos y como
caballito para hacer bulla cuando se cortaba el rollo de la película, la otra
parte era con sillas de hierro fijas, algunas oxidadas ya por el tiempo,
reservadas para los novios, porque era el área más oscura, propicia para los besos
furtivos pero apasionados.
El otro cine
tenía el nombre de teatro y era de butacas cómodas, modernas, pero, su
debilidad consistía en que pasaban solo películas mejicanas y repetidas, y su
fortaleza fue su utilidad, allí se celebraron en las fiestas patronales, los
actos de los festivales de la canción y la presentación de artistas nacionales.
Acostumbrados, a llegar con tiempo suficiente, nos
quedábamos en la plaza dando vueltas o charlando, a la espera de la señal de
inicio de la película, marcada por un megáfono que ampliaba el sonido de las
notas musicales, en el descubierto, el vals Ensoñación y en el otro las de Alma
Llanera, y a correr se ha dicho, para no perdernos ni los cortos.
Al pueblo, la historia le había reservado un dramático
episodio, pues, en sus calles se perdió una batalla importante en la guerra que
se libró por nuestra independencia, en la que, los sanguinarios realistas
acabaron con la vida de niños, mujeres y hombres, cuentan que sus calles eran
ríos de sangre, fue tanta la cantidad de cuerpos que debieron ser enterrados todos,
en un solo sitio, conocido hoy como El Calvario.
Sin embargo, se guarda con orgullo patrio, la casa
donde El Libertador bailó, el sitio donde amarró su caballo para descansar,
debajo de un frondoso cotoperí. Al lado de la iglesia, en una plazoleta está el
busto de Carvajal, mejor conocido como “El Tigre Encaramao”, quien peleaba con
las riendas del caballo entre los dientes y una lanza en cada mano.
Supieron sobreponerse a esta adversidad, y su gente
tomó el camino que toman los pueblos inteligentes, el de la educación, el del
saber, de la preparación del intelecto, hasta llegar a convertirse en la cuna de
renombrados poetas, de gente que ocupó altos cargos, en los distintos gobiernos
nacionales, en la política, familias de apellidos aristocráticos, de gente
estudiosa y preparada, tanto fue la cosa, que cuando en el Oriente existían
solo dos Liceos, uno en Ciudad Bolívar y el otro en el pueblo, fue considerado la
cuna de la civilización en Oriente, por eso lo llamaron “La Atenas de Oriente”.
Todo se basó en la calidad de su enseñanza, que por
generaciones, fue llevada a cabo fielmente por los abnegados maestros, que
todavía no desviaban su apostolado y mantenían en el más alto grado la
responsabilidad de prepararse, para luego llevar a cabo el sagrado y
enaltecedor proceso de trasmitir, con excelsa pedagogía, sus conocimientos, lo
que el pueblo supo reconocer, para en retribución brindarles respeto y
consideración, a aquella generación de maestros que entregaron sin reservas su
honestidad, en aras de mejorar la
calidad de la enseñanza de su querido pueblo.
Su importancia, no solo se debía a su elevado carácter
cultural y educativo, sino también al comercio, llegó a ser importador de
maquinas para actividad agroindustrial y exportador de algodón y su aceite, demandado por su calidad para comidas sanas
por bajo colesterol y además fue probado en mecanismos de alta precisión, su
conexión directa con los centros del
comercio mundial de la época, lo destacaron como el pueblo más atractivo del
país.
Su actividad económica derivada principalmente del
sector agropecuario, a través de hatos ganaderos, conocidos como fundos y sus
famosos conucos que nos brindaron tantos frutos, llegaron a ser como una apreciada
y delicada joya, donde el hombre con sus manos y su sudor, los moldeaba hasta
convertirlos en su más caro anhelo.
En la historia gastronómica del pueblo dejaron su
página escrita, no solo a nivel nacional, sino que la gente se los llevaba a
otros países, donde otras culturas llegaron a deleitarse con los productos que
las destrezas de sus manos y del amor que dejaban en su trabajo, sus dulces, sus
chorizos, los chicharrones, el queso de cincho, hoy es el equivalente a queso
duro, las cachapas de maíz tierno, las empanadas, las arepas de maíz hechas en
brasa, el pelao de gallina, los traicioneros frijoles chicharos con pata
e´cochino, siendo más sabrosos aun cuando se comían en plato de peltre, el popular sancocho
de gallina y la que nunca faltó en los agasajos con numerosos asistentes, la
ternera, un joven ejemplar de ganado que se asaba con leña de guatacaro, para
lograr un mejor sabor, acompañada con cazabe, un pedazo servía de plato al trozo
de la sabrosa carne asada, para defendernos haciendo malabarismos, mientras
sonaba un pajarillo, un joropo o una de esas bien recia.
Las arepitas abombadas endulzadas con papelón, sus
empanadas, sus cachapas de maíz tierno, en época de cosecha, eran mejores, las
que se hacían en budare en las casas de campo, grandes y gruesas, burreras las
llamaban, cuando salía una, comían por lo menos 3 personas y hasta 4, era para
satisfacerles las ganas, de la manera más rápida a los invitados, a veces
acompañadas de cochino frito con full mantequilla blanca y queso rallado, ambos
artesanales, obtenidos del propio corral de la casa, aunque nunca faltaba un
osado que pedía … “no hay un aguacatico
por ahí”.
Las mejores auyamas, pequeñas pero sabrosísimas,
cuando las sancochabas soltaban la concha, característica de lo bueno, el color
y su sabor, hacían esperar cuando iban a ser los potreros y cuando caían las
primeras lluvias, sus cosechas aún continúan siendo muy prodigas, y ya
estábamos apertrechados con mantequilla y queso rallado, oyendo a cada rato “probaste las que trajo fulanito, …. Ahhhh, es
que esas son corocoras”.
Su artesanía, estuvo focalizada hacia trabajos con la
madera y la suela, sillas de montar, alpargatas, sillas, chinchorros, etc., hasta
llegó a tener su tenería (curtiembre de cueros de ganado), famosa por el olor
característico que se desprendía de sus actividades. “… la tenería está en su apogeo, el olor llega hasta aquí.”, decían
los habitantes de las cuadras mas lejanas.
En el stock de la vestimenta era infaltable un par de
alpargatas, calzado por demás cómodo y fresco, recomendado especialmente para
aquellos que sufrían de callos y dolorosos juanetes, sin embargo, algunas
lucían tan bien hechas y de un sobrio colorido, que daba orgullo exhibirlas en
los días feriados y otro par para el quehacer diario.
Así como, tampoco podía faltar el inseparable
compañero, el chinchorro, de moriche o de lujo tejido con fibra de curagua,
sabrosos para mecerse en los días y noches calurosas, y como devotos cómplices
compartían el vaivén de los pensamientos con cada mecida, durante una noche
insomne, cuyo compas era marcado por el sonido de las alcayatas, que parecían
quejarse del peso del huésped de turno.
Sentarte en la puerta de las casas, en las tardes, era
costumbre generalizada, “….. vamos a
sentarnos a fuera a coger fresco”, se aprovechaba para ver la gente
desfilar por sus altas aceras, a la vez que ayudaba a mitigar el calor,
indicaba el fin de la faena diaria, era otro de los entretenimientos
preferidos, y se aprovechaba para los saludos de rigor y además, servía para
actualizarse de los últimos acontecimientos del pueblo.
A veces, pasaba el tiempo y no ocurría nada importante
que contar, sin embargo, la parada del transeúnte era obligatoria por la
amistad y la familiaridad que reinaba entre su gente.
También servía para exclamar, cuando pasaba alguien
manejando un carro nuevo “mira ve, fulatino de tal, sacó un carro
nuevo de agencia, de donde sacaría tanto real ?. Podrán imaginarse, lo
máximo, un paseo por el pueblo en carro nuevo, “… hay van, pura pinta”, cuchicheaban las muchachas muertas de la
risa, cuando veían pasar a los jóvenes en la flamante nave.
Todas las diligencias eran realizadas caminando, eso
era tan natural, que en el quehacer
cotidiano y necesario para transportarse a cualquier parte del pueblo, el caminar
era inherente a su propio ser, le era absolutamente normal. El vehículo era
sinónimo de paseo, usado más que todo, para el traslado a poblaciones vecinas
Sus misas de aguinaldo de madrugada y el paseo por el
boulevard de las empanadas, que iba desde el calvario hasta el bar Bosques de
Viena, aproximadamente kilometro y medio, allí se bailaba hasta entrada la
mañana, y las empanaderas afanosas se esmeraban por obtener la calidad y la
fama que elevarían sus ventas, ubicadas a ambos lados del trayecto.
Al terminar la misa, la cual era identificada según las
actividades que desempeñaban quienes la
encomendaban, la de los choferes, la de los maestros, la de los ganaderos,
etc., salíamos los asistentes en grupos y en parejas los enamorados, la mayoría
caminando, esa era la nota, aunque algunos pocos usaban patines, desde la
iglesia hasta las empanaderas, donde escogíamos al azar o atendiendo una
recomendación de la experiencia de la madrugada anterior, previo era el
recorrido de una en una, parándonos para engullirnos unas cuantas empanadas y
así íbamos llegando hasta Los Bosques de Viena, donde echábamos la bailadita de
rigor, y cuando los primeros rayos de sol nos indicaba la inminente llegada del
día, salíamos corriendo cual vampiros, a dormir para reponernos, para la
próxima misa, eran 15, clausuraban el 24 de diciembre con la misa del gallo.
Dígame, sus retretas los domingos en la plaza Bolívar,
donde se reunía medio pueblo a darle vueltas a la plaza caminando, con
contagiada alegría, iban charlando animadamente, que hasta perdían el numero de
vueltas dadas, motivada por el ritmo que impartía la orquesta, destacándose los
sonoros pasodobles, valses y merengues, convirtiendo aquello en un verdadero Retretodromo,
todos bajo la fija mirada de Simón Bolívar, a quien el remordimiento de la
culpa por haber perdido la batalla, decidió, permanecer convertido en estatua, para
decirle a las generaciones, de aquí no me mueve nadie, hasta que ustedes ganen
su propia batalla, y entonces, seré su principal testigo en la historia que les
toque escribir como pueblo.
En los días de semana, la plaza era el lugar preferido,
por el fresco que brindaban la gran cantidad de frondoso arboles y sus duros
bancos de granito, de esto nunca nos quejamos, sitio ideal para las charlas en
grupo, chistes, chismes, inventos, comentarios, infidelidades de última hora,
planificar acciones para las travesuras, entretenían amenamente las largas y
desocupadas horas del día, en periodos de vacaciones, bueno y también cuando
había clases, magnifico para estudiar hasta la madrugada en la época de
exámenes.
Hablando de inventos, recordaremos por lo menos 2 de
tantos, uno fue sencillo, pero su eficiencia era reflejada por una inversión
marginal comparada con la fácil y elevada ganancia producida, consistía en que
en la referida plaza, la mayoría de los arboles está compuesta por milenarios
mamones, algunos de sabor dulce, precisamente estos eran los seleccionados como
materia prima para su explotación, en él se montaba un muchacho de bajo peso
corporal y amarraba un extremo del mecatillo desde lo alto del árbol y su otro
extremo iba hasta el baúl del carro, estacionado al lado de la plaza, por la
pronunciada pendiente se deslizaban enganchados los incontables gajos de mamón,
hasta llenarse la maleta del carro, así pasaban de árbol en árbol y de viaje en
viaje, para luego venderlos a buen precio en la población del Anaco petrolero,
y luego a esperar la próxima cosecha, esto
duró hasta que las autoridades le echaron un parao, a la ingeniosa, pero
abusadora practica.
Otro tipo de invento, fue el de un hijo de una de las
contadas familias que habían escogido al pueblo, como su segunda patria, sucedió
que una noche estaban pasando una película y la sala del cine estaba full, no
había sitio donde sentarse, gran cantidad de gente caminaba buscando que
alguien se moviera, cuando de repente se oye un grito desde la entrada “…. Salvatore
un árbol te le cayó encima al carro y lo partió en 2”, y le contesta el
italiano, que estaba sentado en primera fila, “si como no, ya me voy a para,r para que tú me cojas el puesto,” “…. Es
en serio, vale”, le ripostó el del grito, “… vas a seguir, búscate otro puesto y deja el fastidio”, y allí se
quedó sentado, hasta que terminó la película, y salió hasta la plaza y al ver su
carro marca MG, se lo acababa de comprar usado, al cura del pueblo, con un gran
árbol sobre él, lo había partido exactamente por la mitad, se puso las manos en
la cabeza y profirió “ mamma mia, perque
el mio”, toda la gente que habían sido testigos del acontecimiento, estaban
muertas de la risa, ante la cara de angustia del italiano, quien a los pocos
días ya había convertido a su magnífico deportivo en una pequeña picot.
Se merece un aparte, en este pueblo serénatero, las
noches interrumpidas por las melodías de cuatro y guitarra en una ventana,
donde viviera una mujer, inspirados por el amor o simplemente por la admiración
exacerbada por el ron que nunca faltaba, podían faltar los instrumentos, podía
faltar hasta el cantante, pero el aguardiente nunca.
Agradecida por la distinción la dama abría la puerta
de la casa e invitaba a un trago, pero se corría el riesgo de que los músicos
se quedaran hasta el amanecer, por lo que inventaron la técnica de encender y
apagar la luz para indicar que estuvo todo bien y que agradecida los despedía,
por lo que, no era extraño, oír entre el sequito de acompañantes de los serénateros,
decir: “vámonos pa´otro lao, que aquí no
hay na´ y la botella se acabó”. Permaneciendo solo en la noche, el eco de
sus risas como la ultima melodía que le tocaban a la escogida.
IV
A pesar de las aparentes diferencias sociales, las cuales habían sido heredadas, la gente se apreciaba y se respetaba, vivían en medio de un armonioso y apacible transcurrir de los días.
Las casas permanecían con las puertas abiertas durante
la noche, en esos tiempos no recuerdo que hayan robado algo más allá de unas
gallinas, que dormían plácidamente en las ramas de los arboles, en los patios,
inocentes del destino que les esperaba esa noche, delito cometido con una técnica
depurada, la cual está en reserva por tramite de la patente, todo para
satisfacer las ganas de un sancocho de gallina en la madrugada, el cual ayudaba
a disipar mas rápido los efectos del aguardiente y además darle estricto cumplimiento
al dicho popular que decía: “el sancocho
más sabroso es el de gallina robá”. Y como que era verdad.
Entre los acontecimientos
importantes estaba ir a misa los domingos, los niños entrabamos a la iglesia,
nos persignábamos y nos escapábamos para conversar con los amigos en la plaza, después del saludo y pasar revista
a las muchachas que iban entrando a misa, luciendo sus galas, íbamos a lo
nuestro, la planificación para ir a bañarnos al rio, o si había algún examen
cerca escoger los días y sitios para estudiar, los preferidos eran los bancos de
la misma plaza, como ya les dije, o debajo de un poste del alumbrado eléctrico,
el que estuviera mejor luz en esos días.
Cuando calculábamos que la misa iba a terminar, nos
introducíamos corriendo a la iglesia para salir entre la gente y que no se
notara la escapada, siempre tomábamos los asientos últimos cerca de la puerta,
para facilitar la operación comando.
Otra presunción de la que goza el pueblo, es su bella
catedral y su increíble reloj, traído desde Europa, que no solo logra oírse en
todo el pueblo, sino lo hermoso y agradable del armónico sonido de sus
campanadas, que interpretan el Ave María, completa, cuando llega a una hora
exacta y en las divisiones de la hora solo una versión corta.
Las espectaculares y vistosas procesiones, eran sin
lugar a dudas, un magnifico evento de manifestación de la arraigada fe de su
gente, en las noches, cada quien, con su vela encendida, alumbraba los pasos de
su propio camino, y creaba la aureola sagrada que envolvía a todos los fieles, unos con fervor se desplazaban lentamente,
como el mismo reflejo del pueblo, en el cual el tiempo parecía detenerse, solo
basta ver los rostros de la gente, que son más viejos que matusalén y todavía
están igualitos a como los dejó el pueblo antes de irse, mientras que otros
impulsados por la juventud aprovechaban también para detener el tiempo, pero al
lado de la pareja que con su presencia y su conversación lograban romper el lento
ritmo de la procesión, al acelerárseles desbocadamente los latidos del corazón enamorado.
Ese pueblo fue tan sabio, que desde siempre supo que “la fe mueve montañas”, y llegó a tener
su propio santo, San José Subero,
cuya imagen era receptora de las plegarias y rezos de un pueblo que le dio su
cuna y sus casas, para celebrar su llegada, con música, aguardiente y caratillo
de arroz y carato de maíz.
Rodeado de
milagros, agradecimientos y reconocimientos era cargado en hombros y llevado en
procesión por todo el seco lecho del rio, con el párroco a la cabeza, guiando
las oraciones, se le pedía la tan anhelada lluvia, en aquellos prolongados
veranos que padecía la población y sobre todo, por la sed que padecía la gente y las gotas de vida que
necesitaban las siembras y el ganado, eran tiempos en que la represa no
existía, quizás San Jose Subero,
cansado de andar por esos arenales, coadyuvo a que el gobierno se dignara
atender las múltiples solicitudes de la construcción de la anhelada represa.
Ahhh, se me olvidaba, este es un pueblo que
mantiene su gusto por las apuestas, a esa edad era solo permitida, la que realizábamos
en el carro del raspaero, era una
caretilla profunda hecha de madera, en el centro iba el bloque de hielo tapado
con tela de saco para dilatar su derretida, a cada lado tenía una fila de
pequeños cubículos donde iba colocados en botellas el néctar que se echaba al
hielo raspado con un cepillo de hierro y al frente tenía una ruleta de madera
con clavitos alrededor de toda la circunferencia y una pluma de pavo era el
marcador, comprar un raspado te daba derecho a un tiro en la ruleta y si se
paraba en determinado color ganabas otro raspado gratis, u otro tiro, casi
nunca ganaba, como en todo juego pero terminaba con la lengua rojita y los
dientes con escalofríos, de tanto jugar, “… el mío me lo das de colita”, “… noj …. apurate Miguel,
el mio de tamarindo”, gritábamos apresuradamente, para ser los primeros en
probar suerte, a locha cada raspado.
Viendo el éxito del raspaero, luego se incorporó, con las mismas características,
un chichero, este tenía un gran tobo de aluminio, y su respectiva ruleta,
entonces tuvimos para escoger y llevar nuestras propias estadísticas, … “el domingo pasado tomé raspao, a hora me
toca chicha”, decíamos al tiempo que ya nos habíamos zampao 2 chichas, cada uno, con poco hielo para conseguir la mayor
cantidad posible de ese néctar de arroz.
Cuando se terminaba el bolívar que te daban en la casa,
para no ir limpio a misa, dar la limosna correspondiente y si es posible que te
quedara para la entrada del cine que costaba un real (Bs. 0,50 de los de antes),
los lunes a las 6 pm, comenzaba la serie, así se llamaba una película entregada
por capítulos, todos los lunes, y como quedaban muy emocionantes, no podíamos
faltar, cada semana, además, era un ofertón porque venía acompañada de una
vaquera del viejo oeste norteamericano.
Las peleas de gallos, las carreras de caballos, las
coleadas de toro, el día del santo patrón San Juan, 24 de junio y los templetes
que se permitían en las fiestas patronales, la emoción de las apuestas era como
en la Vegas, creo que su génesis fue en este pueblo, quien se lo iba a
imaginar, o por lo menos a nivel de La Rinconada.
Desde antes del 3 de mayo comenzaban las fiestas de la
Santa Cruz, se llevaban a cabo mediante el tradicional Velorio de Cruz, lo que
llevaba implícito una competencia de hacerlo mejor, no solo mejor que el del
año pasado, si no mejor que el de otro lugar, abundaban los cantadores, el
aguardiente, los adornos y los bailes de joropo en suelo de tierra y en
alpargatas, y aquel polvero que se levantaba maquillaba a mujeres y hombres por
igual, pero al que nadie molestaba, porque esas eran las mejores fiestas, las
que se celebraban en el campo durante 2 o 3 días, donde abundaba además, el
carato de maíz, el caratillo de arroz y el pelao de gallina.
La única parte, de la única calle que todavía
permanecía fiel a su polvoriento pasado, que todavía no había sido alcanzada
por la caliente y negra capa que le ceñirían para siempre, servía como pista de
carreras para que la pisotearan, a más no poder, los cascos de los caballos que
en veloz carrera, desde La Esquina de los
Pérez hasta El Parque La Libertad, terminaban sudados y maltratados por el
fuete del jinete que les exigía al máximo, para ganar una carrera donde el
premio era una mezcla, donde prevalecía mas el orgullo que lo metálico, desde
allí se distendía la fama del buen caballo y del mejor jinete, convirtiendo a
este evento en el predilecto de las fiestas patronales. “voy al rusio, … voy al moro, … voy al negro … ese lo monta cochocho, …
cuanto apuestas?”, eran las voces que se desataban en medio de la algarabía
de los numeroso asistentes.
En las fiestas no faltaba el clásico ciclístico, génesis
de los buenos ciclistas que han llevado el nombre del pueblo a la cima de este
deporte, el circuito consistía en dar incontables y emocionantes vueltas, que de
solo ver pasar a las veloces bicicletas, se cansaba uno, por las calles
paralelas a ambos a los dos lados de la plaza hasta el cementerio por el oeste
y por el este desde donde comenzaba el pueblo, la partida y la llegada eran en la
plaza Bolívar.
Todavía recuerdan algunos, la vez que se organizó una
variante, especial para los gordos del pueblo, claro el circuito que tenían que
completar era de 2 vueltas nada mas, cuando uno de ellos pasó en la punta, en
la primera vuelta, le gritó al publico, que gozaba al máximo el espectáculo, ….
“voy cómod,o no me gana nadie”, …. no
había terminado de decirlo, cuando cayó víctima del cansancio y con una
taquicardia que ameritó reposo durante una semana.
Otro evento comiquísimo, era el palo encebao con el premio en la punta de arriba, generalmente
billetes, los que se atoraban para subirlo primero, le hacían el trabajo a los
que venían después porque le iban quitando la grasa facilitándoles la subida y
el agarre del premio.
Otra actividad en la que se destacó el pueblo, fue por
sus jugadores de bolas criollas, seguros en el boche a distancia e inequívocos
en el arrime al mingo, sentarse o pararse a ver un juego de bolas criollas, en
los torneos que se organizaban en las fiestas patronales o en un interbarrios,
producía una pasiva emoción que entretenía las pasiones por el juego vernáculo,
aunque siempre saltaba la discusión, es originario de España y otros sostenían
que de Italia, pero la verdad, es que nosotros lo identificamos como nuestro,
así como, el baile de joropo, así como, la canción llanera, así como cada quien
lleva su propio nombre.
Otro acontecimiento importante fueron los matrimonios,
donde se aseguraba una rasca de película, porque era una de las pocas veces que
veíamos whisky, no importaba la edad, ni el sexo, para que los jóvenes mayores
indujeran a los menores, “…. Tomate un
trago pa´que te vayas haciendo un hombrecito”, era la inclemente trampa,
para después reírse de la cómica que montabamos, con una rasca a esa edad y la
calentura que agarraban los padres, seguro que terminaba en una buena paliza, “pa´que se siguieran riendo de uno hasta el
otro día”.
Y otro, las fiestas de los clubes, con orquesta y
todo, nunca podre olvidar “ay cosita
linda, mamá”, que sabor y que ritmo, lograban los músicos en su mayoría los
mismos de la retreta, se conoció por primera vez al Lucho Gatica y al rey del
merecumbé, aragüeños, quienes hacían bailar hasta los que estaban en las
barras, entiéndase las personas que no podían entrar por lo costoso de las
entradas, Bs. 5 de los de antes, y se quedaban en los grandes ventanales viendo
el transcurrir de la fiesta y criticando la forma de bailar de las parejas y
sobre todo viendo quienes bailaban demasiado pegado, porque seguro que ese era
el próximo noviazgo y todo el pueblo lo
sabia al otro día en la mañana, famosísimo por lo eficiente en correr rumores.
Pero, la siempre innovadora juventud, en esta
oportunidad, no se iba a dejar ganar e invento las fiestas de contribución,
bueno claro con sus limitaciones, en un alarde de justa distribución del
trabajo, a las féminas les tocaba casa, limpieza y pasapalos, y a los hombres refrescos
y ron (el whisky se veía en diciembre, una botellita, si acaso), además, nunca
nos hizo falta.
Bailábamos hasta más no poder, la Billo´s la
rallábamos, aunque nunca faltaba el doble propósito en todo lo que emprende el
hombre en complicidad con una mujer, o viceversa, estas fiestas nos servían para
tener a nuestra pareja el mayor tiempo entre los brazos, con sus variados mosaicos,
mas que oírlos, se prestaban que la pareja sentiera al máximo las curvas del
cuerpo, en apretado estrujamiento en velocidad mínima, con el bolero, y
acelerada con la guaracha.
Dígame, el 24 y 31 de diciembre, empezábamos a las 8
pm, interrumpíamos a las 11 y 30 solo para estar un rato con la familia y retornábamos
a 1 am, para llegar hasta las 3 o 4 de
la madrugada, pero la cosa no terminaba ahí, los fiebrosos seguían de largo, a
esperar el desayuno en la casa de alguno, servía para renovar fuerzas y
continuar la parranda, por lo menos todo ese otro día. Cuando los padres nos
veían en el estado en que andábamos, nos sugerían, con disgusto muy mal
disimulado, “…. el que no te quepa por la
boca, te lo metes por el cul…, muchacho el caraj …., anda a costarte, que es lo
que debes hacer, antes de que te caiga a palos”.
En vacaciones nos divertíamos de lo lindo, inventando
paseos para todos lados, playa, ríos, montaña, etc., etc., pero cuando mas
gozábamos, era con la llegada de un caraqueño, con ese hablar cantadito
exagerando sus vivencias y aspectos de la capital, nos ponía bravísimos, porque
nos restregaban el campesino, en la cara y además en nuestro propio patio, nos
veíamos las caras y eso bastaba para convertirnos en cómplices de la maldad que
le haríamos, tenía que pagar bien caro su osadía.
Una era la invitación para el campo, para algún hato,
a tomar leche de vaca recién ordeñada, esta no fallaba, esa aventura les
encantaba a los citadinos, cuando estábamos en pleno monte, los ahogaba el
calor y seguro les empezaba a doler la cabeza y enseguida le decíamos, “… no te preocupes, aquí hay remedio de
monte que te lo quita de inmediato, pero tú crees en eso?”, “claro que sí ….”, contestaban
apresuradamente para no quedar mal, entonces, “…. cuando pasemos por donde este la mata, te la enseñamos y tu coges
las hojas rapidísimo y te la estrujas en la frente, pero el secreto de su eficiencia
como remedio, depende de lo rápido que lo hagas, porque si no pierde su efecto”,
al divisar una mata de guaritoto, le gritábamos, “esa es la mata, agárrala rápido” y él con la mansedumbre de la
inocencia, lo realizaba al pie de la letra, el desespero era tal y la hinchazón
de la cara que se ponían como unos monstruos, por la intoxicación y picazón que
produce el guaritoto, bueno, les cuento que la carrera era larga, ante los seguros
golpes que nos ganaríamos por la calentera que agarraban, teníamos que
continuar a pie y esperarlo más adelante, calculando que se le pasara la rabia,
muertos de la risa, comentábamos, “…. eso
es pa´que respeten y no siga con sus mentiras.”, … “eso se le pasa cuando empiece a tomar leche”, disponíamos, ante la
nueva picardía que le esperaba.
Al llegar a la casa del hato, hablábamos a escondidas
con el capataz y lo preparábamos para el caso, según lo acordado, él nos
despertaba a todos en la madrugada, para ir hasta el corral a ordeñar las
vacas, el primero en hacerlo era el invitado, con la recomendación de ir
depositando en una totuma grande la leche que iba obteniéndose y la espuma que
se forma encima, se la quitas con la cola, no había terminado la operación,
cuando el invitado/victima, agarraba esa totuma y exclamaba apuraito, “…. déjenme tomar a mi primero, para
aprovechar que esta calientica, acabaita de ordeñar, como yo la quería, esto sí es vida”, gritaba, nuestra educada
respuesta era …. “Dele que usted es el
invitado de honor”, ahora lo que nos quedaba era esperar los efectos, los
cuales no tardaban mucho en aparecer, “….
Coñ … donde queda una baño, rápido nojod.. que es urgente”, la diarrea le
duraba por lo menos 1 día, “… “no jod….
Coge pa´l monte que aquí no se usa eso, jajaja…jajaja… jajaja”, la risa y
la gozadera nos duraba el mismo tiempo que el padecimiento diarreico al
invitado/victima.
Otra era, la invitación a bañarse en el rio, que
citadino iba a pelar ese boche, más rápido que inmediatamente salíamos,
pendientes de que en el camino encontráramos un avispero, cuando estábamos
cerquita, lo alborotábamos y nos alejábamos lo suficiente para no ser picado,
pero la víctima, inocente de todo, la sorpresa lo agarraba sin saber qué hacer
y se quedaba parado, lo que aprovechaban las avispas para darse un banquete, lo
picaban por todos lados, pero no faltaba en la cara, se hinchaba en un segundo,
produciendo un dolor lacerante bien agudo, los gritos se oían en el pueblo “…. Aaayyyyyy me picaron las avispas”, preparados
como estábamos la respuesta era inmediata,
“échate meao para que se te quite el dolor”, … “ yo no tengo ganas”, gritaban,
… “yo estoy orinando, échate del mío”, …. “no seas maric … tú, yo no me voy a
echar esa vaina”, … “bueno, muérete del dolor”, pero la necesidad tiene
cara de hereje, algunos lo hacían, otros más valientes preferían aguantar el
dolor y a nosotros la risa nos duraba varios días.
Todo pueblo tiene su rio, sino le falta lo más
importante, y si no, no sería un verdadero pueblo, el nuestro tenía dos vías
para llegar hasta donde se tomaba el agua para el consumo de humano, conocido
popularmente como el paso de la INOS, punto de referencia, a su izquierda
estaba la vega del rio con un trapiche self service, nos llenábamos la barriga
hasta que salíamos dando traspiés con la rasca.
Al frente le quedaba
una poza llamada la pileta porque en
su profundidad había una toma de agua de concreto, conocer su lugar exacto, era
un secreto vital, porque nos lanzábamos de cabeza desde las raíces de un
jabillo enorme y debíamos tener cuidado con un golpe en la cabeza, esta era la
poza predilecta por lo cerca y la frescura de su agua, sin embargo, mas
adelante había otra poza mayor, mas honda, pero era muy lejos y el regreso a
casa se nos complicaba, conocida por su frías aguas como la nevera, además, decían que allí estaba viviendo una traga
venao, culebra que su tamaño alcanzaba varios metros, que se tragaba
enterito a un toro que se le ocurriera ir a tomar agua a esa poza, fuimos
algunas veces y veíamos como se lanzaban los mayores, desde el tronco de un
gran árbol que se había caído, atravesando la poza, de orilla a orilla.
Cuando pasabas al otro lado del rio y caminabas unos
kilómetros, muy pocos, llegabas a un sitio conocido como “ventorrillo”, famoso por sus leyendas de aparecidos y la cantidad
de matas de mangos.
La ruta más cerca, obviamente la más usada, fue la de
un sitio llamado El Zanjón, por su inclinada y larga bajada, que al terminar
casi llegábamos al rio y la otra por El Tanque de Agua, nos quedaba más lejos y
nos veían mucha gente cuando íbamos para el rio y seguro que cuando regresáramos,
ya lo sabían en la casa y paliza o regaño con uno, solo la usábamos cuando
teníamos permiso, rara vez por cierto.
Aunque las generaciones anteriores lo usaron para
lavar la ropa, por encargo, en bateas de madera que llevaban las mujeres en la
cabeza llena de la ropa sucia, pero cuando regresaban las esperaba una subida con
una larga y pronunciada pendiente, con la batea de madera enchumbada en agua y
la ropa mojada, eso no era para mujeres, eso era para carros de doble tracción,
de verdad que no exagero, fueron la tintorería de la época, planchaban con
pesadas planchas de hierro, que calentaban en candela hecha con leña, la que
aprovechaban y cargaban en los brazos en el diario viaje, a mi abuela le tocó
todo eso, como me llena de orgullo el recuerdo de esas matronas, que no se
quejaban porque para ellas era normal, era su trabajo y mas bien se disputaban
la calidad, las tintorerías de hoy no le llegan, ni con el servicio especial, y
menos en los costos, pantalón blanco almidonado con filo en las piernas, Bs. 0,
25 de los de antes y llevado hasta la puerta de la casa.
Lo máximo era en invierno, cuando se corría la voz, el
rio esta a media caja o el rio esta crecido, para los experimentados, el rio a
media caja era más peligroso por la fuerza de la corriente, entonces se oía
fulanito lo cruzo ayer, y se zambullía
un buen trazo por debajo del agua, bueno este personaje tomaba
características de héroe y se respetaba por su arrojo y valentía, “esto no es pa´muchacho”, se encargaban
de aconsejar, por lo que, verlos nadar era un espectáculo que no perdíamos, los
días claves eran los sábados y domingos, “fulanito
va cruzarlo zambullido por debajo”. La verdad, sea dicha siempre, esto
nunca llegue a verlo, ahora creo que era lo que queríamos oír, para irnos
volando para las riberas del rio y mientras tanto darnos ese baño, aunque fuera
rapidito.
Ahora, cuando el rio estaba crecido era más suave su
corriente, pero por la superficie, no se arriesgaba a zambullirse por debajo y
alcanzaba tal volumen el cauce que el agua rozaba los copos de los arboles, lo
que aprovechábamos eran sus ramas para aguantarnos cuando veníamos nadando a
favor de la corriente desde más arriba, el desplazamiento flotando en la
superficie era rapidísimo, entre el susto y la alegría por lograrlo, lo
repetíamos cualquier cantidad de veces, hasta que calculábamos que era la hora
de llegar a casa y que no se notara tanto la ausencia, una mentira que siempre
nos creíamos, porque al llegar nos descubrían, …. “aja carajo estaban pa´l rio”, si los viejos estaban de mal humor
la paliza era segura y si no, era el regaño repetitivo, …. “hasta cuando les voy a decir
que no vayan pa´ese rio que es peligroso”, …. nos veíamos las caras, “uffff, nos salvamos”, exclamábamos, sin
medir exactamente el riesgo que corríamos, pero era que el disfrute era mayor y
estaba por encima de todo, por lo menos,
a la edad de los 7 a 18 años, éramos felices y no sabíamos cuanto.
Pero, una vez, obstinadas de que no les hiciéramos
caso, nos fueron a buscar al rio, justo cuando estábamos en el climax de la
diversión oímos un grito, “ajaaaa carj ….
Así era que los quería agarrar, vamos pa´su casa, cuantas veces les he dicho
que no vengan pa´ese rio”, es bueno acotar que el disfrute del rio, era a
ring pelao, sin traje de baño, bueno, salimos como Dios nos trajo al mundo,
recogimos el montoncito de ropa en la orilla y salimos corriendo con un bejuco
en el lomo, acompañado del regaño en latanias, desde el rio hasta la casa, y
cuando llegamos, me agarró la abuela con un mecate, colgadero de chinchorro, y
empezó a darme, pero, como ya estaba grandecito, no lloraba, entonces la abuela
enfurecida gritaba, “…. a mí lo que me
calienta es que este caraj… es que no llora”, y me daba más duro, en medio
de esta paliza razoné, quiere decir que si lloro, no me pegan más, y comencé a
pegar los mejores alaridos que encontré, en ese momento, listo dije para mis
adentros, cuando de repente me sorprenden unos mecatazos, más fuertes y más
seguidos junto a otro rugido de la abuela, “ …. mira sinvergüenza, los hombres pujan pero no lloran” …. Al escuchar
eso me pareció el colmo, y me salí para el medio del patio y le respondí vociferando,
desde lejos porsia, “…. Que hago entonces lloro o no lloro”,
gracias a Dios, eso fue lo único que la calmó, les cuento aquí entre nos, nunca
se lo dije a ella, al ratico, la descubrí en el cuarto muerta de la risa, me
dieron ganas de decirle, “coñ … eso no se
hace me vas a matar un día de estos”,
pero me contuve, “Miranda en la carraca a
ver si despertaba otra vez su ira”.
La utilidad del rio era durante todo el año, en
verano, era ideal para los sancochos, su caudal bajaba a nivel de quebrada, a
sus orillas y debajo de unos frondosos árboles pasábamos las horas más
calurosas del día. Creo que no exagero al calificar esos momentos como un
disfrute paradisiaco.
Sin embargo, en la cantidad de jóvenes, niños y
adultos que utilizamos el rio, no como aseo, no como trabajo, sino como la
aventura mayor, no registró ningún hecho
que lamentar, gracias a DIOS.
V
A pesar, de llevar hasta en su nombre implícito, …. agua, padeció de sed, de escasez de agua por mucho tiempo, hasta que le construyeron, la anhelada durante un siglo mas o menos, represa, grande, majestuosa, bien merecida por lo demás, y el pueblo aun continua padeciendo por agua, paradojas de nuestros pueblos y la represa subutilizada en todos los sentidos, solo existe, convertida en tumba acuática para quien osan desafiar sus profundas e inexpugnables aguas en nados sin retornos, para contemplarla, los más cautos y uno más que otro, en la pesca.
Su utilidad más reputada fue la de los préstamos, numerosas
excavaciones profundas que realizaron las grandes maquinas que construyeron su
tapón de un tamaño, que permitía servir de pista de aterrizaje para pequeñas
avionetas, pero lo importante, y donde también aterrizaban pero, las parejas
que en encendido amor descargaban sus pasiones, la dama no podía correr el
riesgo de perder su reputación, por lo que el sitio era ideal porque los
promontorios, ayudados por la oscuridad de la noche encubrían los movimientos
del vehículo, tan famoso se volvió el lugar, hasta que surgieron las
estratégicas bromas, quizás para confundirnos a todos, y ocultar quien en verdad
había visitado en la noche los prestamos, compinches de sus arrebatos sexuales.
VI
Un aparte especial, merece la noche de la gran explosión, eran tiempos de guerrilla, de actos terroristas, de persecuciones a los culpables, de enfrentamientos entre el ejército y los guerrilleros, partiremos desde mi experiencia personal, resulta que una noche, cuando me encontraba profundamente dormido, oigo a lo lejos, como un gran trueno, que llegó a despertarme, me volteé en la cama y dije para mis adentros, “tronco de aguacero sabroso pa´seguir durmiendo”, no sé cuánto tiempo pasó, cuando me despertó mi abuela apuradísima, “mijo despiértate ven a ver, que será lo que está pasando?”, me levante inmediatamente y salimos al traspatio y veo que todo el cielo estaba alumbrado, mas clarito que de día, “como qué hora es” le pregunto, a la abuela, ella me responde con angustia descontrolada, “las 12 en punto, pero que crees que está pasando?, a que se debe esa claridad?”, mi primera impresión, acabando de despertarme, fue, “abuelita el mundo se está acabando en candela”, …. “Ayyy mijo lindo, DIOS nos bendiga, vamos a morir abrazados”, acto seguido nos abrazamos y abuela comenzó a rezar, pero el tiempo pasaba y nos dimos cuenta que no había calor, solo mucha luz, entonces dije, “vamos a buscar a mamá y a los demás”, y salimos corriendo, pero ya todos estaban saliendo de la casa y se dirigían hacia la esquina más cercana, la de Doña Isabel Gago.
Simultáneamente estaban llegando los primeros vecinos,
de inmediato empezamos a hacer conjeturas, “eso
fue que explotó la bomba de gasolina de Roger”, referían unos, “no vale, eso fue la fábrica de Castellanos”,
decían otros, cuando vemos que traen abrazada a
la maestra Eva Romero, que vivía ½ cuadra más adelante, venia en un
estado de nervios que le costaba mantenerse de pie, todos nos volcamos a
socorrerla, alguien grito “valeriana con
ella” y responde quien la traía abrazada , “yo tengo, le voy a untar” y comenzó a llenarle la cara de un
frasco que cargaba en mano, cuando volteo a ver, porque ella no paraba de
echarle y ya la maestra tenía toda la cara llena de un pesgoste blanco, me
pregunto, “valeriana blanca y untada?, yo
no la conozco”, me fije bien en el bendito frasco, cuando veo su
inconfundible forma y leo en su etiqueta, MUM desodorante en crema, “muchacha dame acá eso”, resulta que la
muchacha estaba más nerviosa que la maestra, no nos quedó más remedio, en el
medio de aquella incertidumbre que echarnos a reír.
Todavía
estábamos riendo, cuando vemos que viene, casi corriendo, una mujer con 3
niñitos, uno en cada mano y otro más pequeño colgando del cuello, gritando, no
paraba de gritar, pero no entendíamos nada, al acercarse más nos percatamos que
se trataba de Ramona y sus hijos, familiares nuestros, y lo que gritaba llorosa
era “Tía Solita, Tía Solita, la candela
viene caminando, viene por la esquina de Carupe”, es decir como a 20 metros
detrás de ella.
Imposible, primero porque no estábamos enterados de
que la candela caminaba y segundo, si fuese cierto, la veríamos y nosotros no
veíamos nada, cuando al pasar a nuestro lado no se detiene, le preguntamos, y para dónde vas Ramona con esos muchachos? “…
pa´l rio”, fue su afligida respuesta y no la pudo detener nadie, ante lo
decidida que estaba de continuar hacia lo que consideraba la salvación de sus
hijos y la suya propia.
Algo no cuadraba en este acto, y era que la Tía Solita
no había respondido a los llamados de Ramona, no estaba, se había desaparecido,
en ese preciso instante, me dice urgida mi mamá, “busca a tu abuela, creo que cogió pa´la casa, anda a ver que está
haciendo?”, no había terminado de
decírmelo cuando salí corriendo para la casa, que estaba a unos metros
de la esquina donde nos encontrábamos, cuando entro al cuarto principal
encuentro a la abuela, de rodillas rezando frente al escaparate, sorprendido
ante esa actitud, lo primero que llegó a mi mente fue, “ a mi abuelita la trastornó la
explosión”, lo que logre entender en medio de aquella confusión, fue que
decía, “DIOS no importa que castigues a
los pecadores, pero salva a los inocentes”, al mismo tiempo que rezaba las plegarias
introducía en su seno los fajos de billetes, los iba sacando de los escondites
secretos del escaparate. “Abuela deja
eso, que no está pasando mas nada, todo está igual, no es mayor cosa, vente
vamos pa´la esquina, acaba de pasar Ramona y preguntaba por ti”, y así fue,
como pude convencerla de que dejara, “el
aprovisionamiento para cualquier emergencia”, esta fue su explicación
posterior, a lo que estaba haciendo cuando la encontré en esa dual posición.
Paralelamente pasaba en la casa de los Castellanos,
los vecinos más cercanos, pa´ mí, los mejores amigos desde la infancia, todavía
así continuo considerándolos, aunque ya casi ni nos vemos, no importa, el
verdadero reto de la amistad es el tiempo y la distancia, la amistad sincera se
siembra a esa edad y en ese entorno, allí quedó sellada para siempre, fuimos coparticipes del sentimiento, “ …. mira vale, yo a ti te amo, te lo digo
de hombre, porque maric … no soy.”, fue la primera expresión de valentía
que me impresionó.
Contado por ellos mismos textualmente, en aquella
madrugada que despertó a todo el pueblo, “acabábamos de llegar del cine y todavía
no nos dormíamos, estábamos conversando, cuando oímos la explosión y vimos como
de inmediato el cielo se iluminó, nos levantamos y en el medio del cuarto nos
abrazamos y comenzamos a llorar, mirándonos a la cara”, exclamamos, “eso es un ataque extraterrestre, llegaron
los marcianos y nos van a matar, ayyy manito y ahora qué hacemos?”.
Así permanecieron por largo rato, esperando la llegada
de los marcianos, pero quien llegó fue el papá, a buscarlos y a explicarles algunos
supuestos, porque a estas alturas nadie sabía con certeza lo que había pasado, me
imagino, esto no lo contaron, que cuando el papá abrió la puerta del cuarto, y
como estaban con los ojos cerrados pensarían, “…. ya llegaron !!!”, y el abrazo debió ser más fuerte, como para
que se los llevaran a los 2 juntos, digo yo, “no se iban a perder ese paseo, ninguno de los 2”. Jajaja … jajaja.
Luego, ya lo que se oían eran los cuentos, … “en la familia tal, todas las mujeres
salieron desnudas en pelota y fueron a parar a la plaza Bolivar, allí las
cubrieron con una sabanas”…. “Ustedes si son cagetas, mi mamá (una anciana de
85 años), se levantó y miró por la ventana y que dijo eso fue el gasoducto que
explotó y siguió durmiendo”, nos decía Gilberto al otro día, cuando ya
todos sabíamos la verdad de los hechos, ahora bien, lo que nunca supimos con
certeza, si la explosión del gasducto fue una sobrecarga o una voladura
terrorista de los guerrilleros.
VII
Nuestra agenda costumbrista, siempre estaba copada, la cual incluía desde la fabricación de trompos, voladores, para estos, la experticia y las asociaciones estratégicas (no sabíamos que éramos pioneros, estábamos sentando las bases de la gerencia moderna), fuimos obteniendo un producto no solamente excelente por su acabado y su estética, sino que con creatividad la calidad fue in crechento, hasta lograr un producto que se convirtió en envidia de propios y extraños, todavía tiene reservado, su espacio propio en los recuerdos, un volador que llegó a ser bautizado, conocido y admirado como El Rey del Barrio, en su mítica leyenda destaca una de sus virtudes, “se eleva sin brisa”, exclamaban los muchachos, sin disimular su admiración, “… van a elevar al Rey del Barrio”, y se iban todos, a ver ese espectáculo, en el sitio oficial, El Zanjón de Chacín, (el mismo de la bajada hacia el rio) quedaba a una mini cuadra, del Tanque de Agua, la fabricación era a base de varillas de guasgua (tallos de bambú), labradas con cuchillos bien amolados hasta hacerlas lo más delgadas posibles para conseguir la liviandad ideal, armábamos el armazón (esqueleto) y luego lo forrábamos por cuadros, si lo deseábamos de varios colores ( El Rey de Barrio era rojo y blanco con frenillo en la cabecera y en el frenillo de la cola, para que roncara bien duro y sabroso), la pega que usamos la conseguíamos del fruto de un árbol llamado cautaro, las colas eran de trapo viejo rasgado, al principio, después le poníamos la cola de cinta de máquina de escribir usada, cuando estaban en el aire se veían bellísimos y el hilo era del que se usa para amarrar las hallacas, pabilo, lo encerábamos con cera de abeja para evitar un corte en el aire de otro volador que tuviera hijilla en la cola, y lo enrollábamos en un palito, en forma de ocho.
Los trompos, algunos también de fabricación casera, se
dividían fundamentalmente, en 2 tipos: uno era para el juego en sí, que
consistía en ir llevando empujando, a una larga distancia, hasta un sitio
señalado de antemano, con el lanzamiento del propio, el cual debía picarle
cerca al contrario, que estaba en posición pasiva en el suelo, el que perdía,
aguantaba en su trompo, la cantidad de quiñes acordados, dando lugar de esta
manera al segundo tipo, conocido como trompo hacha porque además, de ser hecho
a mano generalmente con material de algún árbol cuyo tronco fuera seco y duro,
ejemplo guayabo, el más común, en su interior colocábamos un clavo, al pedazo
de punta que sobresalía la achatábamos hasta convertirla en una filosa mini
hacha, y que al darle, al trompo perdedor, un acertado quiñe lo partía en dos,
acabando el juego casi siempre en peleas, causadas por tan irreparable pérdida.
Los gallos de pelea, se les llamaba gallos de raza,
corne, español, cubano y criollo, y por la pinta se les conocía como giro,
canaguey, marañon, zambo, jabao, eran las conocidas, si no tenia plumas en el
cuello será piroco y si no tenia cola era poncho, esta fue una de las
actividades predilectas de los jóvenes, al punto que era casi obligatorio que
cada uno criara, el o los suyos, en el
patio de las casas, para luego montar las peleas en los mismos patios, y hasta nombre le
poníamos.
Hubo casos que vale la pena relatar, el del joven que
le gustaban tantos los gallos, que una vez le regalaron un pollo (gallo joven)
y lo acariciaba tanto, todo el día, que no creció, se quedó enano, para donde
iba el joven el pollo lo seguía, no lo desamparaba para nada, hasta para
dormir, no lo hacía como los demás de su especie, en las ramas de los arboles, dormía
debajo de su cama, por supuesto este no sirvió para pelear, sino para mascota.
Otro fue, un gallo famoso porque peleaba hasta 2 y 3
veces, en un mismo día, fue tan admirado y querido por todos, que hasta nos lo
rotábamos para cuidarlo, era un zambo español de pura raza, ídolo de juventudes
por su heroicidad, nunca supo lo que fue huir, siempre dió la pelea en cualquier
terreno, tampoco conoció la derrota, porque sencillamente fue un ganador en
toda la extensión del significado de esta palabra. …. Se llamó canelita.
Estudiar (para los exámenes y cuando íbamos a pedirle
a los padres, algo que nos gustara, mostrando así, dar muestra de nuestra
voluble responsabilidad), creyendo que los engañábamos, cuan equivocados
estábamos, era el cariño lo que nos estaban demostrando, al darnos permiso para
ir al rio, al cine, charlar en la plaza y jugar picha (metras), jugar trompo y
elevar voladores (papagayos).
Algo, a lo que nadie le ha encontrado explicación, y
que no dejaba de causar cierto temor y preocupación a algunos, ocurría, que
cuando se corría la voz de la muerte de alguien, o cuando el sonido de las campanas daban la
infausta noticia, lo que se oía en todo el pueblo era … están doblando las campanas … “¿ quién
se moriría ? …. ¿ quienes seguirá…. ?” porque algo era seguro, veríamos o asistiríamos a 3 o 4
entierros seguidos, en el breve plazo de pocos días.
Quizás este era el mensaje, que con dolor nos enviaba
desde lo incomprensible, “… me voy”,
decían los que enterrábamos y “… se fue”,
gritaban envueltos en solo llanto y en solo lamento, las pechos de un pueblo
que resistió heroicamente el abandono, de quienes tuvimos la dicha de vivir lo
que nos brindó, además de consentirnos, nos amamantó con sus pechos tan frondosos
como sus árboles, que nos dió cobijo y nos dió ese sagrado calor de madre, como
hijos que somos de esta patria chica.
VIII
Nuestra Señora de Belén de Aragua, llegaste con unos
Misioneros Franciscanos que vinieron desde Píritu hasta esta colina, en medio
de una llanura, de buena tierra, de buen clima, y de mejor gente, aunque usted
no lo crea, con neblina en algunas noches y amaneceres, espectáculo que causaba
gran admiración por lo caluroso de sus días.
Aragua, te fuiste sin decirnos adiós, dejándonos con
quienes compartimos vivencias, en tu seno de madre, donde se conformaron esas
amistades que perduran a través del tiempo y la distancia, algunos ya también
se fueron, otros iremos después y nos llevaremos consigo, lo que tú nos
enseñaste a ser.
No solo son recuerdos, son también tiempos, épocas,
costumbres, que generaciones dejaron como la más sagrada e invalorable herencia,
y que en medio de la realidad que nos ahoga actualmente, llegaremos sin duda a
precisar su valor.
“…. te quise, te admire y nunca te dejare partir sola,
compartiré contigo la compañía del inevitable olvido.”
H. PADILLA CARRASCO
AGOSTO, 2009
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